TENER V/S SER
"Desde hace siglos, la astrología china inspira e influye las decisiones y el comportamiento de cientos de miles de individuos, en China, en Japón, en Corea, en Vietnam, con una intensidad que es difícil de medir, e incluso admitir.
Para comprender mejor el espíritu con el cual los asiáticos enlazan ésta práctica a sus problemas cotidianos, hay que subrayar un punto primordial, que constituye problablemente la diferencia fundamental entre las civilizaciones occidental y oriental, una línea de separación casi infranqueable.
En nuestra sociedad de consumo, la cuestión esencial, desde el nacimiento a la muerte, y en todos los niveles de la actividad, se plantea así: ¿QUÉ PUEDO TENER?. Adquirir, conquistar, poseer. TENER: bienes materiales, fortuna, suerte, honores, poder, fama, éxito amoroso, prestigio, oficio, familia, salud, casa, amigos, o también cultura, saber, erudición. ¿Qué puedo tener, conservar, acrecentar?
Ésta es la obsesiva cuestión que sirve de base para el conjunto de nuestras motivaciones.
Basta con pensar en los modelos que se nos proponen: líderes políticos, superhombres de negocios, estrellas del espectáculo, artistas o sabios célebres, campeones deportivos... ídolos de todo tipo, personas que encarnan el triunfo y la glorificación del TENER. Todos ellos pueden decir: Tengo más poder, más dinero, más récords, más diplomas y conocimientos, o incluso tengo el amor más grande, o bien (por qué no), tengo el drama más terrible, la más horrible enfermedad, etc. La valoración pasa exclusivamente por el tener.
Más aún, la publicidad, hoy omnipresente, consiste, en esencia, en proclamar que hay que TENER tal o cual marca, de tal o cual producto, para ser dinámico, seductor, feliz. Para estar bien.
Para el Oriente tradicional, la pregunta decisiva no es ¿Qué puedo tener?, sino ¿QUÉ PUEDO SER?.
El modelo buscado no es el del Gran Jefe, el superhombre de las finanzas, el héroe, el campeón de todos los pesos, sino el Sabio, pobre y desnudo, que vive en una libertad interior completa y con una perfecta beatitud. Ante él se inclinan los príncipes y magnates, pues es la imagen de la más alta realización posible del hombre.
Agreguemos que en esta perpectiva el Sabio no renuncia nunca a nada: al contrario, una vez alcanzada la suprema realidad es inconmesurablemente más rico que el millonario más grande. Somos nosotros los que, por nuestros apegos fragmentarios e ilusorios, nuestras codicias infantiles, nuestros conflictos incesantes, renunciamos continuamente a la más maravillosa felicidad, a Dios.
¿Quién soy?. Cualquiera sea la aproximación y el método particular, escuelas, sectas o ascesis, ésta pregunta (aparentemente tan simple y vulgar) es la base y la clave de toda cultura oriental, de esos caminos de liberación interior, esas vías de conocimiento real que se llaman Yoga, Vedanta, Tantrismo, Tao, Zen, citando sólo las más conocidas.
En ésta óptica, el asiático no piensa: tengo tales predisposiciones, aptitudes o debilidades inherentes a mi persona; sino más bien CÓMO PUEDO SER YO MISMO, EN TODAS LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA VIDA?.
Las inclinaciones y las tendencias no son nunca el objeto del TENER, en el sentido que decimos habitualmente: Tengo tal cualidad o tal defecto; se trata más bien de direcciones, que implican una progresión flexible y rítmica, una especie de danza poética del destino. Cada persona tiene entonces su paso, sus piruetas y cabriolas, toda una específica coreografía.
Éste matiz debe ser bien percibido por quien quiera moverse sin perderse, ni girar en el vacío en este inmenso dominio cambiante y movedizo".
(Fragmento de la obra "Zodíaco Chino", de Catherine Aubier).